Des/ajustes. Es, justamente, el término más ajustado para definir lo que hace Florencia González en este libro inaudito. Su modo de indagación en las relaciones imposibles –y por eso siempre en marcha– entre arte y política se desencamina con rigor implacable de las dobles facilidades del reduccionismo mutuo como de la recíproca indiferencia. Pero su camino no es el del justo medio: al contrario, es en la atención a los extremos del desajuste donde nos interpela a mirar. Es decir: allí donde puede entreverse una invisibilidad determinada (diría Merleau-Ponty), o allí donde los silencios o los vacíos que el arte hace sobre la política no son meras ausencias, sino las distancias que demandan los recorridos de la imaginación crítica. De esto último sobra en el libro de Florencia. Hay que ver, hay que leer, cómo se interna el texto en el pasaje estrecho pero laberíntico abierto entre las murallas benjaminianas de la estetización de la política y la politización del arte. Cómo lo hace partiendo de una afirmación (“El arte no es algo que engloba o unifica diferentes artes. Tampoco el reflejo de determinadas situaciones socio-políticas ni similares”), que en manos menos decididas y arriesgadas conduciría a la desazón o la perplejidad. No es el caso: el texto se arma precisamente sobre el deseo de explorar esas desazones, esas perplejidades. En esa persecución (así hay que llamarla) se permite, como corresponde a aquella imaginación crítica, tropezar con hallazgos imprevistos por el punto de partida: de la sacralidad impensada de ciertos objetos a los vínculos tensos entre vanguardia y revolución; de las poéticas del Estado nazi a las liberalidades tramposas de la industria cultural; de los debates iconográfico-políticos en el arte argentino a la inscripción del cuerpo femenino como obra de arte que no quisiera serlo, y mucho más, siempre dejando que las imágenes “hablen” más allá de las teorías, pero precisamente porque estas deben estar presentes para poder ser desbordadas. Si todo ello suena (y es) vertiginoso, tranquilícese el lector y déjese reposar en un texto que no está hecho para la tranquilidad y el reposo, pero sí para disfrutar de uno de esos bienes escasos en la ensayística estética actual: la conjunción de rigurosidad teórica, lucidez crítica y sensibilidad perceptiva en un auténtico festival del (des)ajuste.
Eduardo Grüner
Florencia Eva González
Documentalista, guionista y docente.
Es Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Se desempeña como profesora en la Carrera de Artes Combinadas de la UBA, entre otras instituciones, desde hace más de quince años. Escribe para diversos medios gráficos y digitales de cine, política y cultura. Trabaja en la realización de documentales desde la década del 90. Integró el Movimiento de Documentalistas entre los años 2006-2008. Coordinó el Festival Internacional del Documental Tres Continentes, Asia, África y América Latina con sede en Buenos Aires en 2006 y en Caracas en 2007. Realizó documentales para la Comisión Perón de la Biblioteca del Congreso de la Nación. En 2009 formó parte de la realización de documentales sobre cooperativas de trabajo en la provincia de Buenos Aires. Actualmente dirige documentales de diversos contenidos para ser emitidos en la Televisión Digital Abierta Argentina. Realizó para el Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires el documental Los Angelitos del café, presentado en el Festival de Cine Internacional de Río de Janeiro de 2002, seleccionado para el ICOM –Centro de Información museológico de la UNESCO– dedicado al Patrimonio Intangible de la Humanidad. Realizó la investigación, el guión y la asistencia de dirección de la serie de 7 documentales Expedientes Da Vinci, que obtuvo un premio Martín Fierro en 2007 y los documentales La inundación del color, sobre Quinquela Martín (2001) y Artistas argentinas, un recorrido, exhibido en el marco de la Bienal de San Pablo 2010.