Estos cuentos que se dicen del umbral (que reclaman para sí ese espacio de revelaciones) tientan a establecer una genealogía literaria, especie de ardua fundamentación a la vez que imposible de delimitar. Una genealogía que incluyera tanto Las mil y una noches como a su traductor (y acaso reinventor) Richard Burton; al nada cándido Voltaire y a ese creador de complejas inocencias como el Caballero Inexistente y el Barón Rampante que es Italo Calvino. Basta, sin embargo, conjurar un nombre: Borges. Presente en los relatos de Alfón, por supuesto, desde el ensayo El escritor argentino y la tradición, que abrió los caminos de todas las mitologías y cosmogonías, sean históricas o apócrifas. Pero también, y de manera muy original, por el uso avieso (político) del anacronismo y la paradoja. Engañosamente cómoda, la prosa de Alfón resulta una frontera turbulenta donde la escritura se revela como umbral de lo indecible.
Juan Bautista Duizeide
Fernando Alfón
nació en La Plata en 1975. Publicó Que nunca nos pase nada (De la Campana, 2003) y La querella de la lengua en Argentina (Biblioteca Nacional, 2013). Es docente en la Universidad Nacional de La Plata y escribe a menudo en La grieta y en El ojo mocho.