Hoy nadie se anima al teatro cruel, como si todos (los otros) lo supieran y lo ejercieran, ya desde sus contornos, con el único simulacro de crueldad posible en clave y clivaje de des-amor. No es sin embargo cruel la muerte (humana), sino el amor (divino) que demuele todas las escenas para ensimismar tejidos y cabalgar adeptos. Nadie lo conoce, porque nadie se anima. De orilla a orilla se teje la hermandad (de poetas) en terrenos de origen (o fin), y en simultánea visión se afianza el lazo de amantes como la desnudez en desierto y selva –y con margen de esplendor. Uno y otro paisaje convoca un devenir feroz y deja fluir los destinos sin reserva. Así se forja la médula ritual y hace rotar la luz hacia la tiniebla: médula sobre-orillada en sueño recreado, que plasma labios, cuerpos y almas en estupor, que serpentea auroras y ocasos sin iguales.
Adrián Navigante
(Buenos Aires, 1971).
Publicó libros de poesía en castellano y alemán: Animalia (1997), Exempla (2001), Vita Peracta (2004), Unusmundus (2007), Cuaternidad (2011), El Libro del Despertar (2018); Dämmerstein (2009), Augen der Zeit (2018). Desde el año 2003 reside en el extranjero.