“Hoy, mediante esta ficción, voy a hacerles llegar mi historia. Empiezo aclarando dudas existenciales que han afectado a la humanidad desde su principio. No hay reencarnación. No hay otra oportunidad. No te encontrás con otro fallecido ni tampoco te abrazás con tu ídolo. No volvés a ser un niño o un joven si moriste viejo. No visitás mediante sueños a tus familiares. No espiás a la chica que te gustaba mientras hace el amor o se desnuda. No sos una pared o una decoración. No sabés qué dicen tus amigos. No hay dolor, tampoco satisfacción. No hay túnel ni luz al final. Tus mejores años no pasan frente a vos. No hay una voz llamándote. Ya no pensás. Ya no recordás. Ya no hay sentido. No sobrevive un sentimiento. No se resuelven las injusticias. Los judíos gaseados siguen siendo una nada. Los soviéticos que murieron defendiendo Stalingrado siguen siendo una nada. Los polacos masacrados en Katýn siguen siendo una nada. Las víctimas del terrorismo y las guerras siguen siendo una nada. Un frío monumento gris que cada aniversario recibe ramos frescos. Vidas arrojadas a la basura. Sólo para pocos desgraciados la muerte significa un alivio. Josef Mengele, uno. Sólo mientras respiramos implica cielo e infierno. Dios. Después nuestro tiempo se desmorona como un imperio antiguo. No hay salvación. Condenamos y absolvemos si vivimos. Culpamos y perdonamos si vivimos. El misterio quizás sea que lo demás continúa y nosotros no”.
Damián Marcel Vlašic
Padre orgulloso de Eva Amanda.
Este es su primer libro.