Un lumpen del conocimiento se ve frente a dos oportunidades: el polvo de su vida y la traición a sus principios en las garras de una empresa multinacional de productos de belleza.
En secreto, Carlos Martín Eguía viene disecando su satírica humana en las cuevas al costado de la autopista Buenos Aires-La Plata. La época es oscura, al menos para eso que los iluministas llamaban cultura. Pero esta es también la época de “los ciudadanos estetas de la aldea global”, y por eso el modelo de la desgracia es alguien que puede decir: “comenzaría a integrarme al capitalismo escribiendo una novela”.
Para nostalgia de los lectores encendidos de su Phylum vulgata, Eguía parece haber terminado con el verso. Para renovar su fe, Eguía publicó Errantia, un notable libelo perdido, y el monstruo narrativo de La plancha de altibajos.
Media lengua biológica, lacanismo heterodoxo de la edad de la razón alfonsinista, apreciación inmutable de los poderes que son: el estofado jocoso de la literatura de Eguía deja al rey desnudo para siempre. No hay otra esperanza que el conocimiento, y el conocimiento tiene una inutilidad comprobada cuando es “inconveniente para la continuidad de la especie”.
Principio activo, nouvelle, es un ensayito fulminante sobre la belleza, en una era en que el marketing puede transformar la tradición profunda de la filosofía occidental en una serie de eslóganes potables para la ilusión contemporánea.
Santiago Llach
Carlos Martín Eguía
(Castelli, Buenos Aires, 1964). Publicó Anotaciones y otros poemas (1993), Repertorio (1998), Phylum vulgata (1999), El sacatrapos (2001), Oso no hay nieve acá (2004) y la novela Errantia (2000).
Entre otros premios ganó el concurso hispanoamericano de poesía en internet Mundo Latino, organizado por los sitios www.poesia.com, de Buenos Aires,y Amsterdam Sur y Mundo Latino, de Amsterdam. Enseña ciencias en escuelas secundarias de la ciudad de La Plata.