Si un hombre despierta junto a una mujer que no reconoce y que se dice suya, si la Fiebre Nómada ha borrado en su mente varios meses de su vida, si descubre que tiene con él una lagartija originaria de Marruecos y una extraña relación parece atarlo al Médano de Dios, si esta historia se relata en una prosa intensa y sutil al mismo tiempo y la vida se desliza compleja entre las palabras, cargada de todas las contradicciones posibles, es que el lector ha quedado atrapado en el mundo de Gabriel Bellomo. Y es posible, incluso, que ya no le interese salir.
Ana María Shua
Gabriel Bellomo presenta en El médano dos programas narrativos capaces de modificar nuestra percepción de la realidad. De acuerdo con el primero, una superficie firme de imágenes puede alterar sus contornos a partir de operaciones íntimas, casi secretas, del lenguaje sometido al recuerdo. De acuerdo con el otro, obtenemos del inabarcable oceáno de la memoria unos recortes muy nítidos con los cuales el rompecabezas al que llamamos “mundo” es una especie de tautología animada, que nos ayuda a descubrir las escenas verdaderas de la novela que queremos escribir. ¿Qué importancia puede tener que la escriba otro si palabras e imágenes coinciden sin reposo en ese paisaje perfecto? Con una modestia mayor, el narrador de El médano deja que tales programas parezcan invenciones de un lector distraído, a quien el orden supremo de este relato (y las prudentes simetrías adheridas a él) persuade más que mil ensayos, que mil consideraciones críticas.
Luis Chitarroni
Gabriel Bellomo
Nació en Buenos Aires en 1956. Es autor de los siguientes libros de relatos: Historias con nombre propio (1994), Olvidar a Marina (1995), Marea negra (2001), Formas transitorias (2005, Premio Fondo Nacional de las Artes), y de las novelas El ilusionista (2006) y El informe de Egan (2007, Premio Fondo Nacional de las Artes). Ficciones breves de su serie inédita Seres de Entreguerras integran la antología En frasco chico, mientras La memoria y el viento, otra novela de su autoría y el libro de relatos El silencio de las abejas, permanecen inéditos. En 2008 el Fondo Nacional de las Artes le otorgó la Beca Nacional de Creación Literaria.